En una noche que quedará grabada en los anales del fútbol como la más absurda de todas, Sporting Kansas City logró lo impensado: vencer 1-0 al LA Galaxy sin realizar un solo disparo al arco. Sí, leyó bien. Ni un tiro, ni un intento, ni una amenaza. El único gol del partido fue cortesía de un autogol de Maya Yoshida en el minuto 13, tras un centro de Dániel Sallói.
Este hito, lejos de ser motivo de orgullo, es un reflejo del desinterés de la franquicia por ofrecer un espectáculo digno a la afición de Kansas City. Una ciudad que ha invertido en el equipo, que ha apoyado en las buenas y en las malas, merece más que victorias accidentales y récords vergonzosos.
El Children’s Mercy Park, ese estadio que alguna vez fue símbolo de esperanza y renovación, se ha convertido en el escenario de una comedia de enredos futbolísticos. La afición, que antes se emocionaba con cada jugada, ahora asiste a los partidos con la esperanza de que al menos haya un tiro al arco.
La salida de Peter Vermes, tras 16 años al mando, parecía una oportunidad para renovar el espíritu competitivo del equipo. Sin embargo, los resultados siguen siendo una burla al deporte y a la ciudad. La victoria sin tiros al arco es solo la cereza del pastel en una temporada que ya huele a fracaso.
Es hora de que la directiva de Sporting Kansas City deje de conformarse con las migajas y empiece a construir un equipo que juegue al fútbol de verdad. La afición lo merece. La ciudad lo exige. Y el deporte lo necesita.
Porque ganar sin tirar al arco no es una hazaña, es una falta de respeto.
Fin.
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