Después de 19 fechas de oscuridad y bostezos tácticos, Daniel Sallói encendió la luz y, de paso, se ganó el cartel de Jugador de la Semana en la MLS. Una distinción que no llegaba al vestuario azul desde los días de gloria de Johnny Russell allá por octubre de 2023, cuando todavía Peter Vermes no habia hecho creer que el VAR era lo peor que le podía pasar al fútbol de Kansas. Ilusos.
Pero no nos engañemos: esta fiesta individual es más espejismo que milagro. Un par de goles, un par de asistencias y muchas Micheladas después, la realidad sigue siendo la misma: un equipo que durante años fue víctima de una visión táctica tan cuadrada como la caja en la que se juega el Tetris. Peter Vermes, el arquitecto de lo predecible, ya no está en el banco, pero su sombra sigue sentada en la primera fila.
El nuevo técnico, Benny Feilhaber, exjugador del club, asistente de Peter y ahora aprendiz de brujo, parece haber entendido que con esta plantilla se puede jugar a otra cosa. Claro, “parece” es la palabra clave: lo de Sallói fue tan espontáneo y delicioso como esos goles de cascara de barrio que nadie ensaya pero todos festejan. ¿Fue plan de Benny o fue simplemente Dániel diciendo “acá estoy yo”? Eso todavía no lo sabemos, pero el aplauso no alcanza para tapar las grietas.
Sporting Kansas City lleva años recibiendo beneficios fiscales, urbanos y políticos que harían sonrojar a cualquier alcalde honesto. Infraestructura de primer mundo, un estadio que parece un laboratorio alemán, y una hinchada que nunca pidió títulos a cambio, pero al menos quiere ver fútbol. El de verdad. No este simulacro de estrategia que nos vendieron con powerpoint y estadísticas de posesión vacía por los ultimos 8 años.
Y ahora que el viejo director de orquesta fue jubilado por decreto, uno esperaría una revolución estética, un fútbol que invite a quedarse en la tribuna después del partido, no solo para que el embotellamiento de Parallel Parkway baje. Pero no. Parece que la revolución viene a cuentagotas, y lo de Sallói es más efecto placebo que la medicina que la aficion pedia.
Porque el problema de fondo no era solo Vermes, sino la cultura del conformismo táctico que el desarrollo en el equipo, el festejo del empate heroico, de la línea de cuatro como religión y del mediocampismo sin riesgo como dogma. Feilhaber tiene la oportunidad (y la obligación moral) de romper ese molde. Si no lo hace, será apenas otro capítulo en la novela del eterno retorno a la mediocridad.
Por ahora, aplaudamos a Sallói por su condecoracion, pero fiel a nuestro estilo: solo con una mano sola. La otra, que quede libre para señalar cada vez que el equipo vuelva a dormirse en el fondo de la tabla, mientras las luces del estadio se apagan y los rivales se llevan los puntos… y la dignidad de una aficion.