Sporting KC logra “la gesta del Siglo” en el Children’s Mercy Park contra un coloso de papel.

Voy a ser claro desde el arranque, antes de que algún directivo sensible nos mande un comunicado redactado con ChatGPT : este texto está cargado de sarcasmo, ironía y un poco de ternura piadosa. Porque si los dueños de Sporting Kansas City siguen ignorando toda crítica fundada, si se blindan en su burbuja de privilegios fiscales escuchando solo a los lamebotas de turno —esos que saben de fútbol lo que yo de física cuántica en cantonés—, entonces esta crónica no tiene otro remedio que disfrazar de epopeya lo que fue una muestra humillante de mediocridad. Intentaremos, por su bien, pintar como gesta lo que en realidad fue una vergüenza, un empate de local contra un equipo que debería estar más cerca de una auditoría que de una cancha.
Así que sí: pongámonos de pie y aplaudamos con lágrimas en los ojos a estos valientes gladiadores celestes, porque anoche hicieron historia: empataron 3 a 3 en su propia casa contra el New England Revolution, 18vo en la posicion general y fuera de los playoffs en su conferencia, un equipo que venía tan perdido en la MLS que tuvo que pedirle a Siri cómo llegar al área rival.
El primer acto de esta tragicomedia empezó con Tomás Chancalay —recién sacado del sobrecito de cromos de lesionados— que de la camilla del terapista fisico salto al Children’s Mercy Park metiendo el primero para los visitantes. Luego Bartlett, con un gesto de solidaridad que lo pinta de cuerpo entero, metió un autogol para el 0-2. ¿Qué es eso sino una metáfora del club? Hacernos goles solos mientras el rival apenas respira.
Pero entonces, Kansas se acordó de que había gente mirando. Y en una ráfaga digna de videograph de noticiero local, Salloi, Joveljic y Memo Rodríguez nos regalaron tres goles en ocho minutos. El estadio se encendió. Los niños sonrieron. Los dueños pensaron que todo iba bien.
Hasta que Urruti —sí, el mismo argentino de 34 años que nos habiamos olvidado que aun seguía en la MLS — puso el 3-3 a los 84′, y la cenicienta volvió a barrer pisos. Fin del cuento de hadas. Fin del espejismo.
Dueños de Sporting Kansas City, benefactores del concreto y los planos fiscales, arquitectos de este Titanic con nombre de club: les suplicamos, desde el fondo de nuestras butacas y nuestras declaraciones impositivas, que devuelvan con fútbol todo lo que recibieron en efectivo, terreno y silencio político.
Queremos goles. Queremos victorias. Queremos dejar de aplaudir empates patéticos como si fueran epopeyas escritas por Homero. ¡Devuélvannos la dignidad que les prestó el pueblo a cambio de promesas que no están cumpliendo!
Goles, señores. Alegrías. Una gambeta. Una razón para creer.
No es mucho pedir. Solo el fútbol que nos prometieron… cuando firmaron el cheque.
Como apasionados del futbol y aficionados del Sporting KC —con gusto, honestidad y sin lambeteos— nos ofrecemos a ayudarlos a encontrar un director deportivo de renombre internacional y un entrenador a la altura, alguien que no venga a poner excusas sino a reorganizar este lamentable caos y generar planes de largo plazo con sentido y jerarquía, a construir un equipo profesional de primera división con aspiraciones reales, y no este grupo recreativo que por momentos parece más preparado para competir en la NPSL que en una liga que se jacta de estar en crecimiento. Demuestren su humildad, Pidan ayuda y allí estaremos.
Los aficionados estamos a un llamado, a un mail, aun pase filtrado. Porque este barco todavía se puede salvar… pero aunque les duela deben reconocer que hay que echar al violinista de banda municipal que pretender manejar este Titanic y nombrar a un capitán que sepa de aguas profundas.